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Derechos Reservados  © Mauricio Martinez R..

EL PODER DE OKINAWA

Las Raíces Musicales de las Islas Ryûkyû

Por John Potter


1. Las Raíces de Ryûkyû


Los relajados okinawenses


Las islas subtropicales Ryûkyû están esparcidas en el mar sobre una zona extensa y están muy alejadas una de otra, al igual que de los otros países del Sudeste Asiático. La gente desarrolló su propio idioma y cultura con diferencias notorias entre cada grupo de las islas, e incluso dentro de cada isla. El lenguaje que era hablado por la gente local es conocido como Uchinaguchi. Parece claro que a pesar del debate que continúa, la gente de Okinawa tiene un idioma (o idiomas) diferente y no tan solo un dialecto del idioma japonés. Aunque tienen raíces similares, el japonés y el okinawense tienen vocabulario y uso tan diferentes que los hace mutuamente incomprensibles. Debido a que hablar en Uchinaguchi fue prohibido en las escuelas por un largo período bajo el gobierno japonés, el idioma original está en peligro de desaparecer en su totalidad, aunque todavía existe en las canciones tradicionales y populares y está teniendo un pequeño regreso gracias al creciente conocimiento de la identidad okinawense entre la gente.


Los habitantes de las islas también habían recibido influencias culturales de países con los que comerciaban. Esto quiere decir que la mayor influencia durante los comienzos del Reino de Ryûkyû vino de China y posteriormente de Japón y otros países del Sudeste Asiático. Luego de la invasión y posterior ocupación por parte de las fuerzas militares de USA, la cultura americana se sumó a las mezcla.


En todos los relatos de esta gente isleña hay una observación que se ha hecho una y otra vez. Dice que la gente, mayormente conocida como okinawenses en la actualidad, son famosos sobre todo por su gente, la paz, su carácter sencillo y el amor por la vida. Esta sencillez y la tendencia a ser relajados son llamados por ellos mismos con el uso de dos palabras, tege (que puede traducirse como “no hay que preocuparse”, tranquilo” o “lo que sea”) y yasashii (usada en Okinawa para describir una situación relajada, no agresiva). En la historia se ha considerado como el peor pecado para ellos el cometer suicidio y a aquellos que lo han hecho se les ha negado el ser sepultados con sus ancestros. Dos de los dichos más comunes en Ryûkyû reflejan su amor por la vida y su confiabilidad. Nuchi du takara es usado frecuentemente por los isleños en la actualidad y quiere decir “la vida es un tesoro” o “la vida es preciosa”, y otra expresión popular es ichariba choodee, “una vez que nos conocemos, somos como hermanos y hermanas”.


El surgimiento del karate, que se desarrolló por primera vez en Okinawa, ocurrió muy posiblemente debido a que durante las épocas en las que se prohibió el porte de armas por ley, el karate era el único medio efectivo de autodefensa. Lo que ha sido descrito como “gentileza sumisa” de los okinawenses condujo también en forma indirecta a la caída del Reino de Ryûkyû ya que esta gente inofensiva no deseaba tomar las armas para defenderse y se encontraron con sus tierras invadidas por los japoneses luego de siete años de argumentar sobre el establecimiento de guarniciones japonesas en las islas. Los okinawenses no las querían ya que sentían que estas tan solo atacarían enemigos de Japón con los cuales ellos no tenían problemas. En la actualidad se han usado argumentos similares y la historia prácticamente se repite ya que el gobierno japonés insiste en usar a Okinawa para mantener allí a las fuerzas americanas. Conversar tan solo unos minutos con casi cualquier okinawense convencerá a cualquier escéptico sobre la fuerte naturaleza pacifista de la gente común de Okinawa.


A pesar de esto, hay poca hostilidad hacia los integrantes de las fuerzas americanas a pesar de que los isleños han sufrido la pesada carga de estar cerca de las bases, lo que incluye ruido y daños al medio ambiente, al igual que un número elevado de actos criminales cometidos por sus visitantes no deseados. Algunos de estos actos, tal como el secuestro y violación de una niña de 12 años por parte de tres militares americanos en 1995, han sido muy impactantes. Aunque el ejercito americano trata frecuentemente de mostrar tales incidentes como aislados e inusuales, de hecho hay una larga lista de crímenes cometidos por las fuerzas americanas en Okinawa, incluyendo robo, secuestro y asesinato. También se ha registrado un número de accidentes por parte de los americanos, que ha puesto en peligro la vida de la gente de Okinawa. En 1959 un jet de combate se estrelló contra una escuela primaria matando 17 niños e hiriendo a 107. Un helicóptero de la marina se estrelló en la Universidad Internacional de Okinawa, lo que ocurrió en 2004 en medio de la ciudad de Ginowan, y no fue un desastre de proporciones similares ya que ocurrió durante las vacaciones de verano de la universidad. Los okinawenses tienen otra característica que va de la mano con su naturaleza habitual de cordialidad y es la aceptación de otros y un deseo de ofrecer hospitalidad.


Existen varias publicaciones de viajeros del siglo XIX que describen la inusual cordialidad y hospitalidad de los okinawenses hacia los barcos que arribaban a sus costas. Con frecuencia visitantes indeseados fueron colmados con regalos y cuando llegaba el momento de partir, los okinawenses hacían fila en la costa para agitar sus abanicos y pañuelos, prendían juegos artificiales y derramaban lágrimas. Un dibujo hecho en 1816 por artistas británicos muestra a ”okinawenses de todas las clases ofreciendo despedidas afectuosas a sus amigos británicos”. Esto ocurrió en un viaje a las islas hecho por el Capitán Basil Hall y su tripulación. Hall más tarde se encontró con Napoleón y le dijo sobre su viaje. Napoleón casi no pudo creer que allí había gente que no tenía armas y por supuesto se puso “despreciativo e incrédulo” de que ellos no tuvieran guerras.


Más tarde en el mismo siglo otro visitante británico, el despreciable misionero Bernard Jean Bettelheim, llegó con su familia luego de lograr llegar a la costa de Okinawa-honto. Procedió a tomar el control de un templo en Naha (ahora capital de la prefectura), expulsando a los sacerdotes en el proceso y negándose a partir. La estadía de Bettelheim duró varios años a pesar de muchos intentos por parte de los okinawenses para deshacerse de él. Durante este tiempo parece que él se convirtió en una completa molestia, predicando en las calles e incluso irrumpiendo en las casas de la gente que no escuchaba la palabra de Dios. Como oficialmente no se suponía que debía estar en Okinawa, se les prohibió a los okinawenses tener asuntos con él. Sin inmutarse, Bettelheim iba al mercado y tomaba cualquier cosa que quería, pagando menos de lo que debía. Los domingos permanecía indignado porque los locales no respetaban el Sabbath, a pesar del hecho de que ninguno de ellos tenía ningún interés en el Cristianismo, y tumbaba los paquetes que la gente llevaba en la espalda rumbo a su trabajo. Creyéndose muy importante, se abría paso hasta el frente cada vez que un barco extranjero arribaba al puerto, y se consternaba de que el rey de Ryûkyû no estuviera para darle bienvenida cuando llegaba a la isla. Su esposa tocando acordeón en las calles era una escena algo usual.


Bettelheim (como se ilustra en la historia de Okinawa de George Kerr) es un ejemplo extremo y su juicio ha sido cuestionado pero permanece el hecho de que los okinawenses, quienes le habían rogado a los barcos visitantes de que se lo llevaran, aún así lo toleraban e incluso mostraron gran hospitalidad hacia él hasta su eventual partida. Finalmente transportado por el Comodoro Perry, terminó en USA donde dio charlas sobre los okinawenses declarando que ellos era la gente más desagradable. En la actualidad en el Castillo Shuri hay una retrato de Bettelheim y mención a su trabajo como misionero. No hay mención de la enorme molestia que fue para todos durante su estadía allí. En vista de la historia anterior, tan solo un ejemplo entre muchos que muestran la naturaleza cordial de los okinawenses, no es sorpresa que sobre la Puerta Shuri (Shurei no Mon), que conduce al castillo están inscritas las palabras traducidas como “La Tierra de la Cortesía” o “La Tierra del Decoro”. Esta inscripción le fue otorgada al país por un emperador chino en el siglo XVI.


La imagen del Isleño Ryûkyûense amistoso y cordial no siempre ha jugado a su favor y ha tendido a convertirse en un estereotipo fácil en tiempos modernos. Históricamente, los japoneses han discriminado a los okinawenses como seres inferiores y no es raro todavía en la mitología popular japonesa el pensar sobre el típico okinawense como alguien perezoso, con una ética de trabajo demasiado relajada, sin sentido del tiempo, y con un deplorable deseo por danzar y por tocas el sanshin en todo momento. Los okinawenses no son completamente inocentes en la divulgación de este estereotipo de ellos mismos en frente de los turistas japoneses. Su reconocida hospitalidad y naturaleza noble también han conducido a una situación en la cual algunos de ellos adoptan una actitud más bien pasiva frente a los problemas de su propio entorno. Al creer que todo ocurre para bien y que una mala situación no se puede mejorar, ha hecho que acepten en forma más bien fácil las exigencias de los poderes americano y japonés.

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