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Derechos Reservados  © Mauricio Martinez R..

EL TEATRO JAPONÉS DURANTE EL PERÍODO TOKUGAWA

por Toshio KAWATAKE ©



4. Humanismo para las Grandes Masas


La rica sensualidad del color y el realismo mencionados en la anterior sección era lo que buscaba el público que nutrió al Kabuki y al Bunraku, y ese público estaba compuesto por citadinos del período Edo. Eran ciudadanos comunes principalmente de la clase comerciante de Edo (Tokyo), Osaka y Kyoto. El Bugaku había sido patrocinado por la familia imperial y por la nobleza, mientras que Noh y Kyôgen fueron patrocinados por la clase reinante de la Edad Media -es decir, la élite samurai y las familias conectadas con el Shôgun. Luego del comienzo del período Edo las guerras terminaron y la paz fue asegurada. En la nueva economía que surgió, el centro de poder pasó a manos de los comerciantes y esta nueva clase creó su propia cultura. El Ukiyo-e, haiku, novelas, Kabuki y Bunraku eran de su propiedad. Para los comerciantes la ceremonia del té, los jardines en piedra y arena, las pinturas de paisajes monocromáticas y los versos cortos los cuales habían surgido de los sentimientos aristócratas y budistas de la clase samurai de períodos anteriores, eran tan extremadamente refinados y tan elegantes que les eran poco atractivos. Los comerciantes buscaban tipos de entretenimiento que reflejaran la cruda realidad de sus propias vidas. Por tanto lo que crearon fue el sensual mundo de los barrios de placer atiborrado con color; el colorido Ukiyo-e; las composiciones musicales de suaves sonidos para el laúd shamisén; y los escenarios coloridos y realistas del Bunraku y el Kabuki.


Es así como el punto clave de las formas culturales del período Edo fue, como es evidente, el pensamiento mundano y el sentido realista de los comerciantes de las ciudades. Este realismo se refleja en los temas de su interés. En una palabra, aunque a veces aparecen en el Kabuki y el Bunraku dioses shintoístas y budistas, en las obras lo más importante y destacado es el ser humano. Lo humano es exaltado mientras que el contenido religioso no tiene mucha importancia.


Veamos un ejemplo: Narukami (El Monje Narukami), una de las Jûhachiban o "18 Piezas Favoritas" del Kabuki. Narukami es un monje de grandes virtudes que por alguna razón esta resentido en contra del emperador. Un día cuando estaba parado junto a una cascada en las montañas, logra detener la lluvia al encerrar a un dios dragón -que tiene el poder de hacer llover- dentro de la cascada, colocando un lazo shintoísta sagrado al frente de esta. Esto ocasiona una sequía y las cosechas se dañan ocasionando hambrunas entre la población. Una hermosa princesa, Kumo no Taema, es enviada para que persuada a Narukami a que desista. La princesa diseña una estrategia para hacer que Narukami la seduzca y luego embriagarlo usando sake ceremonial. Haciendo esto podrá cortar el lazo y liberar a la deidad. (Ser esclavo de la lujuria y ser dominado por el alcohol serían dos trasgresiones que terminarían con los poderes de Narukami). La princesa tiene éxito. Con la cuerda cortada el dios dragón asciende a los cielos e inmediatamente comienza a caer la lluvia. Narukami, quien logra ser despertado del estupor por sus discípulos, se encoleriza e intenta atrapar a la princesa pero es muy tarde. Este es el argumento de la obra.


Como se puede ver hay un dios dragón y una muestra del poder divino, que son elementos sobrenaturales y sobrehumanos, pero el monje, a pesar de sus votos para seguir la senda del budismo, es dominado por los encantos de una mujer. Podemos apreciar claramente un reflexión sobre cómo los poderes humanos superan a los poderes de salvación budistas. En 1928 luego de la Revolución Soviética, Ichikawa Sadanji II interpretó este personaje durante una gira por Rusia y la obra fue vista como una lección sobre la negación de la religión. De hecho fue la obra que tuvo más acogida de entre todas las presentadas en esa ocasión. Por supuesto no es una forma de apreciación correcta, pero en cuanto a que enfatiza la existencia humana por encima de la de los dioses, me parece que fue un hecho significativo.


Examinemos otro ejemplo de Kabuki: esta vez una obra tomada del teatro de títeres diferente a Narukami la cual pertenece exclusivamente al Kabuki. Es la escena titulada Tomomori y el Ancla de la obra Yoshitsune Sembonzakura y basada en la obra de Noh Funa Benkei (Benkei en el Bote). En las diferentes versiones tanto los sentimientos como el contenido difieren considerablemente de la obra original. Para percibir la diferencia entre el teatro de las épocas anteriores a Tokugawa del de Tokugawa, lo más apropiado es tomar obras de Noh y Bunraku, u obras de Kabuki que se relacionen con el mismo tema como los son estas dos.


Consideremos solamente los aspectos religiosos en algunos de sus puntos de diferencia. Hay una escena en Funa Benkei en la cual Minamoto no Yoshitsune, uno de los más grandes guerreros en la historia del Japón, está en el mar sobre un bote junto con Benkei y otros seguidores cuando en la noche los espíritus de todas direcciones se aproximan y amenazan con hacerlos naufragar. Son los espíritus de los miembros del clan rival, los Heike, quienes fueron asesinados por Yoshitsune; están surgiendo de las profundidades del mar. Cuando el espíritu de Yomomori está a punto de clavar su lanza sobre Yoshitsune, Benkei, quien es un monje budista, se interpone entre los dos y mientras frota un rosario entre su manos recita una invocación budista. El espíritu, que no pudo ser expulsado por la espada, no puede enfrentar el poder de la Ley Budista y no tiene otra alternativa que desaparecer.


Pero en Tomomori y el Ancla en Bunraku y Kabuki, Tomomori esta todavía vivo y, camuflado como oficial de un barco, vive cerca de la costa esperando secretamente la oportunidad de vengarse. De esta forma el Bunraku y el Kabuki saciaban el deseo del hombre ordinario por ver la descripción vívida de los héroes desdichados y los personajes históricos. En esto también recae la esencia de estos tipos de teatro como formas dramáticas para la gente del común.


Al ver la oportunidad Tomomori valientemente persigue el barco de Yoshitsune que acaba de dejar la costa y lo enfrenta en una batalla final. Pero Yoshitsune ha descubierto a Tomomori y pone la situación en su contra. Luego de ser herido, Tomomori huye hacia la costa; en ese momento aparece Benkei ante él y le dice que su vida no será en vano, que si al menos recitara algunos sutras podría convertirse en un Buda. Benkei coloca un gran rosario alrededor del cuello de Tomomori, pero Tomomori molesto, arranca abruptamente el rosario de su cuello y armándose de la poca fuerza que le queda salta sobre una roca que sobresale en el mar y con una cuerda ata un ancla de hierro a su cuerpo. Luego, ante la mirada de Yoshitsune y Benkei arroja el ancla al mar y llevado por su peso se sumerge de cabeza en el agua muriéndo así por mano propia.


El Tomomori de Kabuki y Bunraku difiere enormemente del Tomomori del Noh, el cuál es expulsado por el poder del Budismo; la diferencia está entre la fe en el hombre y el elogio de sus poderes.


Aquellos que enfatizan la naturaleza religiosa del Kabuki y el Bunraku -incluyendo a muchos etnólogos- interpretan al estilo de actuación aragoto ("material tosco", en este caso valentía) como la representación de la encarnación del dios Arakami, que ahuyenta a las brujas y demonios. Es cierto que en el origen de este estilo de actuación se involucraron creencias folclóricas. Más aún, es cierto que este aragoto tanto en funciones durante festivales como en otros eventos de purificación era bienvenido por la gente de Edo sobre la base de la existencia de creencias populares al respecto. Pero de ninguna manera el público de Edo consideraba a sus actores como dioses o deidades o de alguna forma los alababa en sentido religioso. Cuando gritaban los apodos de los actores en forma entusiasta, no era más que una expresión de admiración hacia sus actores favoritos. Esta admiración era solo hacia el actor, no hacia ningún dios o deidad que estuviera interpretando en el momento, y los himnos por ellos cantados eran dedicados al actor como persona. La religión de la gente del período Edo hacía énfasis principalmente en el placer del presente, el mundo de los vivos, más que en la creencia en la salvación en el otro mundo y por tanto tendía a ser hedonista.


La conciencia real y el realismo de los temas humanistas- estos son por tanto el corazón del Bunraku y el Kabuki de la gente común del período Edo. Era algo así como en Renacimiento de occidente en su forma de liberar al hombre de las supersticiones y maleficios religiosas al igual que de las limitaciones ascéticas que prevalecieron a lo largo de la Edad Media. Por pura coincidencia este florecimiento de la cultura Edo correspondió en tiempo con el Renacimiento. Se podría considerar que el Bunraku y el Kabuki fueron perfeccionados casi al mismo tiempo, pero en el caso del Kabuki el origen se dice que fue la danza Kabuki ejecutada en Kyoto en 1603 por Okuni, una mujer de la provincia de Izumo. Ese mismo año fue el año de la muerte de la Reina Isabel I y marcó la cima del teatro de la corte isabelina. También fue un año -o dos- después de que Shakespeare escribiera Hamlet. En el continente europeo las ondas del Renacimiento se habían propagado desde Italia hasta Francia; se sentaron las bases para el teatro premoderno con la construcción del Teatro Olímpico y el Teatro Farnese; empezaron a aparecer actrices sobre el escenario; los teatros populares como el de la commedia dell'arte y el teatro español estaban en la cumbre de su esplendor; y se inició la transformación del teatro religioso de la Edad Media hacia un teatro que le hablaba al hombre. También fue el período cuando se estableció el teatro popular en varios países. Creo que a través de la comparación con los estilos de teatro europeo podemos establecer la posición del Kabuki y el Bunraku entre los estilos teatrales del mundo, como una forma de marcar el final de la Edad Media y el comienzo de una era de un teatro hecho a la medida del hombre. De hecho pienso que el Bunraku y el Kabuki se aproximan mucho al teatro Shakesperiano y al teatro español y otros que forman la totalidad del espíritu renacentista y de la expresión barroca.

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