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© Mauricio Martinez R..
PROYECTO GAGAKU
Universidad de Stanford

SU NOMBRE ES PERAMONKORO!
Por Chisato (“Kitty”) O. Dubreuil


Los más grandes tesoros de cualquier cultura aborigen son sus ancianos. Los hombres y mujeres que le dan a su cultura los regalos de las tradiciones vivas que nos permiten sobrevivir como pueblo. Algunos de estos regalos tan importantes son las expresiones creativas que se encuentran en las artes. En la actualidad hay una cantidad creciente de trabajo académico dedicado al arte aborigen, que son las cosas que se convierten en iconos de la cultura aborigen. Aun cuando tanto hombres como mujeres crearon el arte tradicional, fue el esfuerzo creativo de las mujeres lo que la gente usualmente identifica con, por ejemplo, la cerámica, la cestería, la elaboración de mantas y de collares. Al tiempo que a las mujeres nativas se les da crédito por la creación de obras de arte tradicional, se le da muy poco crédito a aquellas mujeres artistas que también son líderes culturales. Por supuesto que los que nos identificamos con la cultura aborigen sabemos que son las mujeres las que están en el centro de nuestro universo. Para aquellos de nosotros que somos suficientemente afortunados para tener algo de éxito, es usualmente una mujer especial la que nos ayudó a llegar allí.

Yo soy Ainu, el pueblo indígena del norte del Japón. Mi constante inspiración proviene de una mujer Ainu que nació en 1897. Yo nunca la conocí pero su legado es una cantidad de leyendas, y su liderazgo, incluso desde su tumba, sigue proporcionándome a mi y a muchos otros, las cualidades positivas necesarias para alcanzar nuestro potencial. Su vida fue difícil, no simplemente porque fue una mujer nativa, sino también por la dirección personal que escogió en la vida debido a su fuerza de carácter.

Los Ainu perdieron todas las guerras y nuestro territorio frente a los Japoneses en el siglo XIX. Como con todas las culturas nativas, el invasor foráneo victorioso inmediatamente inició sistemáticamente la destrucción de la cultura. Debido a los duros inviernos y los bosques escabrosos de Hokkaido, la toma por parte de los japoneses fue lenta. Ellos primero se concentraron en tomar el control de las fuentes naturales de comida, particularmente del salmón, que era tan importante para los Ainu como lo son para los aborígenes de Columbia Britanica, y luego empezaron a destruir la cultura Ainu. Por ejemplo, en 1875 los japoneses prohibieron la práctica de ponerle nombre Ainu a los niños Ainu.

Aunque los Ainu perdieron su independencia, no eran personas derrotadas. Muchos Ainu practicaban actos individuales de resistencia pasiva. En épocas anteriores a un niño recién nacido no se le daba un nombre en sí hasta la edad de siete u ocho. En julio de 1896 una mujer Ainu joven, Utepanka, se dio cuenta que estaba embarazada. Ella y su esposo, Kosonku, estaban temerosos de iniciar una familia y en marzo 6 de 1987 nació su hija a quien se le dio un nombre temporal.

Sin embargo, a medida que el tiempo para darle un nombre fijo se aproximaba, su madre y padre decidieron que no podían ponerle un nombre japonés. Su hija era Ainu y no querían que ella olvidara su herencia y anunciaron orgullosamente: “Su nombre es Peramonkoro!”, que quiere decir “niña que juega con una espátula”. Aunque el nombre tiene un significado local, ella lo usaría como símbolo de honor, una afirmación de su identidad Ainu. Este fue un nombre que los japoneses desearían nunca haber escuchado, y que no olvidarían pronto.

Desafortunadamente casi no se sabe sobre sus primeros años de vida. En aquella época el sistema escolar era discriminatorio porque los japoneses creían que los niños Ainu no estaban al mismo nivel intelectual de los japoneses y la calidad de la educación Ainu era a penas algo más que la instrucción sobre el idioma japonés y otros temas de asimilación obligatoria. Incluso con una educación deficiente, el intelecto de Peramonkoro era formidable. Los Ainu de aquella época fueron objeto de una discriminación dramática y todos eran extremadamente pobres. Cuando se era nativo y pobre, obtener educación era siempre un problema. Por ejemplo, el sistema de educación secundaria japonés exigía que todos vistieran un tipo especifico de kimono, un uniforme que era demasiado costoso para un Ainu. Sin embargo la familia de Peramonkoro estaba determinada a que ella recibiera una buena educación. Trabajaron sin descanso para comprarle un kimono y empezó a ir a la escuela. Al tiempo que Peramonkoro se destacaba en la escuela, el sueño de los padres de lograra la igualdad a través de la educación tuvo una muerte prematura. La discriminación, un factor común a todos los pueblos nativos, fue demasiado fuerte.

Luego de graduarse sus intentos por encontrar un trabajo de acuerdo con su nivel intelectual fueron inútiles. Sin oportunidad de una vida profesional se casó ya que era una expectativa social. Se casó con un Ainu bueno pero muy voluntarioso. Habiendo aprendido a nunca conformarse con menos de lo que daba su potencial, los primeros años de Peramonkoro le dieron un aire de independencia que chocaba con la actitud igualmente independiente de su esposo. Aunque existía el mutuo respeto ninguno estaba feliz y se divorciaron, pero se mantuvieron como amigos durante toda la vida. En los años 20 el divorcio en Japón era algo muy raro y generaba una estigma social. El divorcio fue una gran decisión, no algo de lo que ella se hubiera sentido orgullosa, pero era algo que ella sentía que tenía que hacer. Sin amilanarse continuó con su vida y se casó con otra persona muy voluntariosa, un hombre Ainu de nombre Koakanno Sunazawa. Esta vez las personalidades se integraron muy bien, debido a una similitud en sus propósitos.

En los años 20 Peramonkoro afrontó muchos retos, el primero de los cuales ofendió la sensibilidad japonesa cuando rechazó públicamente la creencia japonesa de que el emperador, Hirohito, era una figura divina. Aunque Peramonkoro nunca dejó de creer en la tradición Ainu de que todo tipo de cosas tienen un kamuy o espíritu bueno, ella estuvo expuesta al cristianismo y acogió esos principios que ella creía le daban fuerza. Más que una creencia personal, ella abrió su casa a otros Ainu para los servicios dominicales y con frecuencia invitaba a los oficiales del Ejercito de Salvación para que se es uniera. Aunque la mayoría de Ainu se inclinaban hacia el budismo, la religión casi nacional del Japón, ella mantuvo su espiritualidad especial a lo largo de su vida. Aunque los Ainu divorciados eran escasos, aquellos que tenían alguna creencia cristiana, especialmente los que lo declaraban públicamente, eran en verdad únicos.

Desafiar la teología japonesa era una cosa, pero desafiar a los japoneses sobre temas de posesión de tierras, lo que estaba siempre en el centro de cualquier dialogo entre los nativos y los no nativos, requería de verdadero coraje considerando que muchos Ainu perdieron sus vidas luchando por su tierra en los primeros años de conflicto. Para rehusarse a aceptar la constante apropiación ilegal de la tierra Ainu por parte del invasor japonés, Peramonkoro junto con su esposo y su pequeño hijo Bikky se unieron a otros tres en lasgos viajes a Tokyo, comenzando en 1932, con el fin de protestar por el robo de las tierras Ainu por parte del gobierno regional japonés. Usando sus escasos fondos le hicieron lobby a cualquier líder político que les hiciera caso. El negativa del grupo de Peramonkoro por consentir las exigencias japoneses, incluso marginalmente, no era aceptable para los japoneses. La policía continuamente los hostigaba, con frecuencia buscándolos en los hoteles y siguiendo al pequeño grupo a donde quiera que fueran, y les tomaba fotos catalogándolos de “comunistas”. Al describir estos eventos años más tarde, Peramonkoro simplemente decía que “no había sido una experiencia agradable”. Al final, el esfuerzo de hacer el lobby tomó más tiempo del esperado de tal forma que cuando el dinero se le terminó al grupo, Peramonkoro y otra mujer hicieron arte Ainu para venderlo a turistas a lo largo y ancho de Tokyo.

Esta confrontación cultural creada por Peramonkoro fue la primera ocasión en que los Ainu se involucraron en un exitoso desafío legal frente a las autoridades japonesas y en 1934 la mal llamada “tierra asignada a los indígenas” fue devuelta a los Ainu. Fue durante ese período en que el liderazgo de Peramonkoro inspiró a un grupo de mujeres a establecer la Asociación de Mujeres Jóvenes Ainu en un esfuerzo por luchar en contra de la discriminación contra las mujeres Ainu, la cual era peor que la que experimentaban los hombres Ainu. Al mismo tiempo que Peramonkoro ardía en fervor político por la igualdad, también tenía que que proporcionar muchos de los ingresos de las familias durante la época en que los esposos trataban de cultivar las terribles tierras improductivas que los japoneses les “dieron”. Utilizando las bases sobre los diseños tradicionales enseñadas por su madre, se convirtió en una de las más respetadas artistas textiles en toda la región Ainu. Sin embargo, el dominar la gran complejidad abstracta del arte textil Ainu no producía suficientes ingresos para suplir las necesidades familiares. De ta forma que, demostrando la misma resolución que usó en la lucha por el reclamo de las tierras, aprendió en forma autodidacta el intrincado arte de crear kimonos japoneses y se convirtió en una exitosa diseñadora y artista textil.

Además de contribuir a las necesidades temporales de las familias, lo que le permitió satisfacer su espíritu creativo, se convirtió en una respetada exponente de las artes escénicas tradicionales. Los Ainu varios tipos de artes escénicas, siendo el más difícil el canto del yukar, que son canciones sobre dioses y y humanos y rivaliza con las odas griegas en complejidad y longitud. En forma deliberada, el yukar, que es cantado en las más importantes ceremonias como por ejemplo iyomante, la ceremonia de despedida del oso, nunca termina.  Se dice que la cadenciosa voz de Peramonkoro extasiaba a los participantes de la ceremonia, quienes exigian que ella continuara cantando hora tras hora hasta muy tarde en la noche. En años posteriores ella y otros trataron de enseñarle a jóvenes Ainu la belleza de la épica oral. Sin embargo, el yukar se canta en idioma Ainu y como ocurre con la mayoría de culturas nativas, el idioma tradicional ya no era la principal lengua de esa cultura y tristemente estaba casi desaparecida.

Peramonkoro falleció en 1971 a los 74 años de edad. Yo tenía 14 años y si supe de su deceso, no lo recuerdo. Para ser honesta, como adolescente yo no quería que mi mundo fuera el Ainu. Yo quería, más que cualquier cosa, el ser parte de los grupos de chicas japonesas. Los otros chicos me llamaban dojin, un término peyorativo que significa nativo en idioma japonés. En vez de celebrar las diferencias me encerré en una concha y estuve así durante los siguientes 13 años. En 1984 conocí, me enamoré y me casé con un canadiense de sangre mezclada entre Mohawk, Huron y francés que nació en USA. Nos trasladamos al estado de Washington y pronto empecé a ir a la Universidad del estado de Evergreen donde escribí mi primer artículo sobre las artes textiles de las mujeres Ainu en una clase de historia de arte nativo, ya que en esa época conocía muy poco del arte nativo de la costa nor-occidental. Fue entonces cuando comencé a sentirme incómoda con mi conocimiento superficial del arte de mi propio pueblo. La universidad contaba con una beca para viajes largos de investigación de algunos aspectos de una cultura foránea y yo la solicité con el fin de regresar al hogar de mi gente y estudiar el arte textil Ainu. Increíblemente recibí la beca. Al tiempo que estaba feliz por haberlo logrado, me sentía muy confundida. Básicamente lo que había hecho era caminar alejándome de la esencia de mi pueblo y me sentí culpable; No estaba en verdad segura de cuál era mi interés, y lo más importante, no estaba segura sobre quien era yo.

Desde el momento en que comencé mis investigaciones en Hokkaido, con frecuencia encontraba referencias a Peramonkoro como persona, activista y artista. El arte textil Ainu es completamente abstracto y cuando vi algunas de las obras tradicionales de Peramonkoro, noté que eran más abstractos y que las combinaciones de colores eran un poco más interesantes que las obras de otras artistas. Con el tiempo descubrí que ella tuvo influencia sobre el arte contemporáneo Ainu más que cualquier otra persona. En la tradición los hermosos diseños abstractos se encontraban tan solo en objetos utilitarios como trajes, artes ceremoniales y en algunos objetos del hogar. Para decirlo desde una perspectiva cultural, el arte cuyo único propósito era la expresión artística no existía y luego de un tiempo Peramonkoro se dio cuenta que la expectativas artísticas tradicionales Ainu era muy limitadas de tal forma que empezó a pensar de forma “diferente” desafiando con el tiempo el status quo. Ella llevó los diseños representativos Ainu a un mayor nivel de abstracción y desarrolló un concepto contemporáneo al crear dos tapices de pared bidimensionales, influenciando y motivando así a una nueva generación de artistas femeninas para que desarrollaran tradicionales textiles como arte contemporáneo. Aunque no se veía esto como un gran salto en la evolución del arte Ainu, las expectativas culturales tradicionales habían permitido muy poco cambio en el arte Ainu en los últimos 200 años.

La historia detrás de la influencia de Peramonkoro sobre el arte masculino es mucho más interesante. Bikky, el hijo al que llevó a Tokyo durante el esfuerzo para hacer lobby por razones de la protesta sobre las tierras, mostró un extraordinario talento para el arte desde muy temprana edad, así que, rompiendo con la tradición, Peramonkoro empezó a enseñarle a Bikky las complejidades de los diseños de las artes femeninas. Aunque esto fue vergonzoso para Bikky en esa época, cuando ya tenía 20 años de edad empezó a incorporar los diseños en sus esculturas de madera. Al poco tiempo prácticamente todos los talladores Ainu estaban experimentando con este “nuevo” estilo, el cual llegó a ser conocido como Bikky mon´yo, o patrones de Bikky. Aunque Bikky trató con frecuencia de explicar que él aprendió los patrones de su madre, el mundo del arte japonés dominado por hombres muy pocas veces dio el reconocimiento a las contribuciones de esta mujer extraordinaria. No hay duda de que el rompimiento de Peramonkoro con la tradición del arte basado en el género no solo ayudó a Bikky a impulsarlo hacia el reconocimiento internacional, sino que también permitió que las integración de géneros en el arte se convirtiera en algo común.

De todas formas a medida que me interesaba más por el arte de Peramonkoro, descubrí que me interesaba mucho más Peramonkoro como persona. Aunque estaba más interesada en su valentía, y estaba impresionada con su orgullo por la herencia Ainu, al mismo tiempo comencé a comprender que el orgullo de una persona por su herencia nativa no es algo que viene con el nacimiento sino que esto debe ser obtenido. Me pareció que la confrontación en contra de la discriminación y las expectativas culturales de Peramonkoro eran muy liberadoras. A pesar de los desafíos en su vida, ella continuó mostrando una actitud positiva a lo largo de su vida; por ejemplo, empezando a finales de los años 40, ella extendía mantas en el piso en el poblado turístico de Akan y vendía arte Ainu para turistas hecho por su esposo. Su esposo murió en forma trágica en 1953, pero ella siguió hacia adelante. Ahorró su dinero hasta que tuvo suficiente para comprar un pequeño terreno y con el tiempo construyó una tienda turística Ainu, la cual es todavía operada por su hijo menor. Este modesto negocio Ainu fue el primero de propiedad de una mujer Ainu.

Fue en esa época cuando de nuevo mostró su fuerza de carácter. Era costumbre en Akan que varias veces al día los Ainu hicieran una presentación de danzas tradicionales para los turistas. Algunos Ainu criticaban la práctica porque creían que esto era “vender” la cultura Ainu y acusaban a los bailarines de ser “Ainu de turistas”. Peramonkoro con frecuencia se unía a los bailarines y defendía las presentaciones afirmando que cantar y bailar con orgullo al ritmo de las viejas melodías era mantener la cultura viva. Ella estaba convencida de que el entretenimiento era una forma legítima de educación; si los Ainu no educaban a otros acerca de la cultura Ainu, quien lo haría?

En 1964 se le pidió que hablara sobre el futuro de los Ainu en la Conferencia Cultural Anual Ainu. Ella terminó su intervención con una emotiva petición, “Compañeros Ainu, los pilares de la cultura Ainu son las mujeres. Les pido que eduquen a nuestros hijos y nietos sobre el enorme poder de las mujeres de tal forma que crezcan con el orgullo de haber nacido Ainu”. En 1992 debido a su liderazgo en la conservación de nuestra cultura, fue elegida como persona legendaria Ainu asegurando así el legado para aquellos de nosotros que necesitan que se les recuerde que para que la cultura nativa permanezca hay que nutrirla. Peramonkoro a través de su sabiduría nos mostró que con el fin de sobrevivir debemos mirar en nuestro interior. Para mi ella será siempre la estrella orientadora en el cielo Ainu.

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