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© Mauricio Martinez R..
PROYECTO GAGAKU
Universidad de Stanford

AINU-E: RECURSOS PEDAGÓGICOS PARA EL ESTUDIO DE LOS OTROS HABITANTES DEL JAPÓN
Por Chisato O. Dubreuil


En occidente existe la idea equivocada de que los habitantes de Japón pertenecen a una sola cultura, un ejemplo perfecto de la homogeneidad humana. Esta creencia es mucho más que una simple observación hecha por los occidentales: esta ha sido la posición oficial del gobierno japonés por casi 150 años. Sin embargo existe una población indígena recientemente reconocidos, los Ainu.

Por largo tiempo un enigma para todas disciplinas, tales como la física y la antropología social, la lingüística, la etnología y la arqueología, los Ainu han fascinado a especialistas y al agente común por igual (Fitzhugh y Dubreuil 1999). Para los primeros visitantes europeos en Japón, los Ainu eran el pueblo más exótico del Anillo del Norte del Pacífico: su idioma es aislado y su apariencia física es dramáticamente diferente de la de los japoneses o de cualquiera de sus vecinos. Su abundante bello corporal y largas barbas onduladas, sus fuertes cuerpos musculosos, ojos hundidos y otras facciones hicieron que los investigadores occidentales creyeran que los Ainu eran “una isla de caucásicos en un mar de mongoloides” (Harrison 1954: 278-93). Como vemos en la Fig. 1, el error, basado en la apariencia, era muy comprensible. Esta fotografía de 1871 de un cazador Ainu en Hokkaido no muestra en absoluto una apariencia que sugiera que es una persona de origen mongoloide. Sin embargo, estudios recientes de ADN han dejado pocas dudas de que los Ainu son en realidad descendientes directos de la gente Jômon, los habitantes originales de Japón (Horai, et al 1996; Nihon Hôsô Kyokai [NHK] 1998).

El territorio original de los Ainu, una cultura marítima, era enorme, e incluía el sur de las islas Sakhalin, las islas Kuriles, Hokkaido (llamada antes Ezogashima) y por lo menos la región Tôhoku de Honshû, la isla principal del Japón. El caótico desarrollo del estado moderno japonés tomó varios siglos para fusionarse y expandirse. Una parte importante de la expansión involucró a los comerciantes japoneses que comenzaron a ver las Tierras de Hokkaido de los Ainu ricas en recursos con un potencial económico significativo como lugar de comercio, y comenzaron a establecer pequeñas comunidades en la costa para apoyar las actividades de comercio. Sin embargo, el interés japonés por Hokkaido creció gradualmente más allá del comercio y se iniciaron expediciones militares luego de que un herrero japonés matara a un Ainu en una disputa sobre un cuchillo sin filo en 1456 (Siddle 1996: 31). Luego de años de malos tratos por parte de comerciantes, este incidente se convirtió en el catalizador por acción. En unos pocos meses los Ainu destruyeron todos los asentamientos japoneses con excepción de dos. Al tiempo que lso Ainu fueron victoriosos en estas primeras batallas, las diferencias regionales existentes entre algunos grupos Ainu condujeron a luchas internas sobre temas de comercio, tales como el control sobre la pesca y sobre los animales para producción de pieles, lo que debilitó su posición para mantener el control como los principales comerciantes de la regio. El comercio y otros asuntos condujeron a guerras intermitentes en contra de los japoneses hasta 1669 cuando estalló una “revuelta étnica a gran escala” (Walter 2011: 50). Bajo el simulacro de negociaciones de paz, el líder militar Ainu Shakushain y otros líderes aliados fueron asesinados por los samurai japoneses del feudo Matsumae que tenía el control político sobre Hokkaido. Al mismo tiempo que esta traición fue un golpe para los esfuerzos por salvar su tierra, continuaron los enfrentamientos esporádicos hasta 1789, cuando los Ainu lucharon y perdieron  en su última acción militar.

Mientras que continuaba la resistencia pasiva por parte de los Ainu, terminaba la acción militar organizada y con el tiempo Hokkaido se convertía en un territorio ocupado. Más que un interés económico, el control de Hokkaido era también importante para los japoneses ya que esto actuaba como un tapón estratégico entre Honshû, la principal isla del Japón, y Rusia, cuyos líderes comenzaron a expandir los límites orientales de su imperio desarrollando un comercio de pieles en las islas Kuriles habitadas por los Ainu. La actitud agresiva de los rusos hizo que los Ainu tomaran acciones militares, y al igual que con los esfuerzos en Hokkaido, tuvieron éxito al comienzo, pero pronto perdieron control de toda la cadena de islas Kuriles, y posteriormente de Sakhalin. La presencia japonesa en Hokkaido continuó creciendo hasta la Restauración Meiji en 1868, cuando el estado moderno japonés emergente decretó una orden estableciendo los territorios Ainu como colonia japonesa (Siddle 1996: 53). Los Ainu perdieron su independencia y muchas de sus prácticas culturales fueron prohibidas, tales como el tatuaje en niñas y mujeres, la incineración del hogar de una persona fallecida, el llevar ropa hecha con piel animal, y los aretes en los hombres. Pronto el gobierno japonés animó a los ciudadanos japoneses a todo lo largo y ancho del país para que colonizaran tierras que habían sido propiedad de los Ainu.

Los detalles militares y políticos de la derrota de los Ainu y de la pérdida de sus tierras están bien documentados (Siddle 1996; Walter 2001), pero qué del estilo de vida tradicional de los Ainu? Qué sabemos acerca de su cultura? Qué dejaron de legado? La respuesta es muy pequeña.

Investigar cualquier cultura indígena tradicional es siempre un reto. De los miles de grupos indígenas del norte antes del contacto con la modernidad, no se sabe de ninguno que haya tenido lenguaje escrito, pero han dejado otras pistas. Casi siempre existe una gran gama de arte y artefactos tales como pictogramas o petroglifos, cerámica o joyas en marfil o en metal, algo que nos da una idea de la cultura antigua. Más que objetos de curiosidad, esos trozos y piezas de prehistoria con frecuencia nos dan pistas sobre prácticas culturales tales como danza, moda, ceremonias y la guerra.

No es así con los Ainu. Aunque existen muchos objetos de cultura material en museos alrededor del mundo, estos nos dicen poco sobre la cotidianidad de los Ainu. Por ejemplo, su religión, una forma compleja de animismo, prohibía la reproducción gráfica de cualquier forma viva, animal o vegetal, o de cualquier fenómeno natural tal como el viento, la lluvia o la nieve. Ellos creían que que los dioses malignos, wen kamuy, entrarían a la representación y harían gran daño. Aunque había una excepción a la regla -el arte representativo podía adornar objetos ceremoniales tales como los ikupasuy, el bastón sagrado de oración- esto reflejaba muy poco del estilo de vida tradicional.

Los ejércitos conquistadores raramente describen objetivamente a su enemigo derrotado. En el caso de los Ainu fue el artista japonés quien, a pesar de la idea equivocada causada por el prejuicio, carencia de información y falta de destrezas lingüísticas, preservó la mayor parte de de lo que sabemos de la forma de vida Ainu tradicional a través del género de pintura poco conocido llamado Ainu-e. Sin estas pinturas se perdería tanto el detalle etnográfico común como el dramático (Sasaki, T. 1999: 79-85). A diferencia de los artistas Paul Kane, Karl Bodmer y George Catlin, quienes pasaron tan solo una corta temporada de tiempo pintando al indio norteamericano, la suma total de obras de muchos artistas japoneses en un período de más de 150 años ha dejado un tesoro oculto de cientos de pinturas que cubren cada elemento de la vida Ainu. Este extenso cubrimiento es educativamente útil  por varias razones. Por ejemplo, diferentes artistas ven cosas diferentes, permitiéndole al investigador/educador contemporáneo tener una visión sin precedente de la sutileza y matiz cultural. Por ejemplo, vemos imágenes de la vida familiar, incluyendo a niños jugando, la enseñanza parental, y a los padres ayudándose entre sí. Las pinturas también nos dan un sentido de descubrimiento cuando cuando vemos objetos tradicionales Ainu curiosos encontrados en museos alrededor del mundo. Con el conocimiento deducido de las pinturas, no tenemos que preguntar “qué es ese objeto, cómo fue usado?” Otros beneficios educativos importantes incluyen un registro artístico de la evolución gradual de la cultura marítima Ainu a medida que adaptaba influencias foráneas de contactos comerciales no solo con Japón, sino también con Rusia, China, Corea y otras poblaciones indígenas tan lejanas como las de la Costa Noroeste de Norte América.

Dado el increíble número de pinturas Ainu-e, su valor sinérgico toma un significado más profundo que el del axioma de “una imagen vale más que mil palabras”. De hecho, muchos Ainu-e tienen texto. Sin embargo, el texto puede ser de alguna manera un reto para aquellos instructores nuevos en el idioma japonés ya que usualmente se usaba el estilo antiguo de escritura cursiva llamada sousho. Reconociendo que esto puede ser un problema, todas las referencias para este artículo están en español (inglés en el original de este artículo), permitiendo entender el inusual material educativo que ilustra la cultura tradicional nativa de Japón. Dicho en forma sencilla, como descripciones culturales de los Ainu, esta pinturas no tiene paralelo y han ayudado a conservar viva la cultura.

Por último, la importancia de las pinturas Ainu-e como recurso educativo va más allá del conocimiento de la cultura tradicional de los Ainu. La importancia política y económica de Hokkaido para el imperio japonés no puede ser subestimada y cualquier historia de Japón que no incluya este capítulo importante del surgimiento de Japón como una potencia mundial está incompleta.

Videos de artes escénicas:

1.
Ihunke, canción de cuna
2. Pirka, canción infantil
3.
Danza de la Espada
4.
Tonkori, instrumento de cuerda
5.
Iyomante Rimse, danza ritual
6.
Canción de cuna
7. Mukkuri, arpa de boca